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Francisco, el Papa que transformó la Iglesia

  • Foto del escritor: Ambito Tucumano
    Ambito Tucumano
  • 21 abr
  • 3 Min. de lectura

El Vaticano confirmó la muerte del pontífice argentino este lunes, un día después de su última aparición pública en la misa de Pascuas. Conmociona al mundo entero.

El Papa Francisco falleció hoy 21 de abril a los 88 años

El papa Francisco falleció este lunes a las 7:35 horas (Roma), según anunció el cardenal Kevin Farrell. Su muerte llega tras una década de papado marcado por reformas, defensa de los pobres y lucha contra abusos en la Iglesia. Bergoglio, de 88 años, había reaparecido el domingo en la misa de Pascuas, mostrando frágil salud. Farrell destacó su "amor universal" y su entrega a los marginados. Fieles ya se congregan en la Plaza San Pedro para despedir al primer papa latinoamericano, cuyo legado incluyó ecología, diálogo global y una Iglesia más cercana.

La muerte del papa Francisco marca el final de una era en la historia de la Iglesia católica. El argentino Jorge Mario Bergoglio cerró un papado que revolucionó no solo la institución religiosa, sino también la mirada global sobre la fe, la justicia y la humanidad. Su fallecimiento, confirmado este lunes por el Vaticano, deja un vacío en un mundo que aún clama por líderes capaces de unir pragmatismo y compasión.

Bergoglio fue, ante todo, un hombre de contradicciones audaces. Hijo de inmigrantes italianos criado en el humilde barrio de Flores, ascendió al trono de Pedro sin perder su esencia: hablaba de pobreza vistiendo sotana blanca, condenaba el capitalismo desde el epicentro del poder eclesiástico y predicaba la austeridad mientras transformaba al Vaticano en un símbolo de sostenibilidad ambiental. Su pontificado (2013-2024) fue un puente entre tradición y modernidad, entre el silencio de los claustros y el grito de los marginados.

Reformista en tierra de conservadores

Francisco asumió en un momento crítico: la Iglesia tambaleaba por escándalos de pederastia, pérdida de fieles y una jerarquía percibida como distante. Él respondió con gestos disruptivos: lavó los pies de presos, abrazó a víctimas de abusos, abrió las puertas a divorciados y defendió a migrantes con la misma vehemencia que criticó a los "banqueros idolátricos del dinero". Su encíclica Laudato Si' (2015) no solo fue un manifiesto ecologista, sino un llamado ético a repensar el progreso. "Esta economía mata", sentenció, desafiando a poderes políticos y económicos.

Pero su revolución no fue incruenta. Enfrentó resistencia interna por sus reformas financieras, su apertura a los LGBTQ+ y su insistencia en descentralizar el poder vaticano. Aún así, logró lo imposible: hacer de la Iglesia un actor relevante en debates del siglo XXI, desde el cambio climático hasta la inteligencia artificial.

El diplomático de los sin voz

Su influencia trascendió lo religioso. Mediante en el deshielo Cuba-Estados Unidos (2014), criticó la invasión rusa a Ucrania y condenó la xenofobia en Europa. Fue el primer papa en pedir perdón a pueblos originarios por los crímenes coloniales y en denunciar la trata de personas como "esclavitud moderna". En pandemia, su imagen rezando solo en la Plaza San Pedro resonó como un símbolo de resiliencia colectiva.

Argentina: la patria lejana

Aunque evitó intervenir en la política argentina, su sombra fue alargada. Recibió a todos los presidentes, desde Cristina Kirchner hasta Javier Milei, este último quien, paradójicamente, lo llamó "maligno" antes de buscar su bendición. Su visita pendiente —postergada por la polarización que tanto repudiaba— quedará como una deuda histórica. Quizás, en su sabiduría, entendió que su regreso alimentaría divisiones en lugar de sanarlas.

Legado: ¿un modelo insostenible?

Francisco deja una Iglesia más abierta pero fracturada. Sus críticos —dentro y fuera del Vaticano— lo acusan de diluir doctrinas; sus seguidores, de salvarla de la irrelevancia. Lo cierto es que humanizó el papado: usó Twitter, bromeó con reporteros, llevó la camiseta de San Lorenzo y confesó su debilidad por las empanadas.

Hoy, mientras miles lloran en Roma y el mundo, su desafío persiste: ¿Cómo sostener una Iglesia cercana a los pobres sin perder su identidad? ¿Cómo hablar de amor en tiempos de odio algorítmico? Francisco no tuvo todas las respuestas, pero sí el coraje de plantear las preguntas. En un planeta fragmentado, su mensaje final en la misa de Pascuas adquiere dimensión profética: "No tengan miedo de abrir las puertas a Cristo".

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