Salarios en caída libre: el duro golpe a los trabajadores en un mar de incertidumbre
- Ambito Tucumano
- 13 jun
- 3 Min. de lectura
Los salarios reales cayeron 2,6% en marzo y se perdieron 9.000 empleos formales. La industria y construcción lideran un derrumbe que ya suma 195.000 puestos desde diciembre.

Marzo de 2025 dejó cicatrices profundas en el bolsillo de los argentinos. Según los fríos números del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), los salarios reales del sector privado registrado se desplomaron un 2,6% en apenas treinta días. Esta cifra, la más dura desde el shock posdevaluación de diciembre de 2023, llegó acompañada de otro dato alarmante: 9.000 puestos de trabajo formal desaparecieron en el mismo periodo. El cóctel explosivo de tensión cambiaria, fuga de reservas y una actividad económica que retrocedió 1,8% terminó por estrangular a trabajadores y empresas.
La caída de marzo no es un hecho aislado. Es el tercer mes consecutivo de retroceso salarial, sumando un 4% de pérdida acumulada entre enero y abril. Si miramos hacia atrás, el panorama es aún más desolador: hoy los ingresos de los trabajadores apenas superan en un 1,4% los niveles de noviembre de 2023. Aquel respiro de febrero, impulsado por un aumento en las horas trabajadas, se esfumó como un espejismo cuando la contracción de la jornada laboral golpeó con fuerza, especialmente en sectores sensibles como la industria manufacturera, que perdió 4.000 puestos solo en marzo, y la construcción, convertida en el símbolo de un modelo que no genera empleo.
Detrás de estos números hay una sangría que no cesa. Desde que comenzó la gestión actual, 195.000 empleos formales se evaporaron de la economía argentina. De ellos, 115.000 pertenecían al sector privado —la locomotora que nunca arrancó—. La comparación duele: para encontrar una destrucción de puestos similar a la de marzo hay que remontarse a julio de 2024, cuando el país ya mostraba signos de agotamiento.
¿Qué explica este colapso? Los expertos señalan un cóctel tóxico. Juan Graña, economista del Grupo Paternal, lo resume con crudeza: "El esquema de 'crawling peg' del 1% mensual aplicado por el BCRA fue un regalo para la especulación. Amplió la brecha cambiaria, incentivó la fuga de reservas y encareció brutalmente los insumos importados que necesita la industria". El resultado fue previsible: empresas estranguladas, inversiones paralizadas y despidos masivos.
La paradoja es que este drama laboral se desarrolla mientras el gobierno celebra la inflación de mayo (1,5%), la más baja en cinco años. Pero los economistas advierten que tras ese número hay dos Argentinas. Por un lado, la de los alimentos frescos que caen (verduras -8%, frutas -2%); por otro, la de los servicios privados que siguen trepando (telefonía +4,1%, restaurantes +3%), reflejando una inercia que no se rinde. "El poder adquisitivo para comprar leche o aceite mejoró, pero el asado —el termómetro popular— solo bajó 16,4%. Un trabajador formal hoy compra 130 kg mensuales, insuficiente para familias pobres", explica un informe de CEPA.
Las proyecciones para los próximos meses dibujan un escenario dividido. Consultoras como C-P anticipan un leve repunte salarial en mayo, aprovechando la desaceleración inflacionaria. Sin embargo, Federico Pastrana, su director, frena el optimismo: "Muchos gremios negociaron sumas fijas únicas: el alivio será temporario. Si la inflación se estanca en 1,5-2%, los salarios volverán a rezagarse".
En las antípodas, Luis Campos del Instituto CTA Autónoma lanza una advertencia estructural: "Este modelo fragmentó la economía: hay un puñado de exportadores nadando en dólares, y un mercado interno hundido en la recesión. Sin políticas para reactivar la demanda, el empleo no repuntará".
Mientras el gobierno exhibe la baja inflación como un triunfo, las calles cuentan otra historia. Con 195.000 familias menos que dependen de un trabajo formal, y salarios que se licúan en silencio, la recuperación parece una promesa lejana. La pregunta que flota en el aire es incómoda: ¿cuánto más podrá resistir la sociedad argentina mientras el modelo sacrifica empleo en el altar de la estabilidad cambiaria? El próximo dato del SIPA podría tener la respuesta.
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