De dónde salió esta figura alada que nos flecha para juntarnos con alguien más.
Cupido es uno de los símbolos más conocidos y populares del Día de San Valentín. Al pensar en él, de inmediato se nos viene a la mente esa imagen de un pequeño niño regordete, con alas y armado con un arco y flecha, dispuesto a "cazar" enamorados.
Pero detrás de este símbolo romántico vienen varias historias peculiares. El pequeñito supuestamente tiene el poder de enamorar a cualquier persona que toque con sus flechas, no sólo a mortales, sino también a otros dioses y hasta él mismo.
Existen varias versiones sobre el nacimiento de Cupido, y todo depende de la historia o mitología del lugar. En general, se le considera el dios romano del amor, el afecto, la atracción y el deseo. Su contraparte en la mitología griega es Eros y en la poesía latina se le llama simplemente Amor.
Cupido puede ser el hijo de Venus, la diosa del amor, y depende del mito que leas, de Mercurio, el mensajero alado de los dioses, o de Marte / Júpiter, el dios de la guerra. Por eso en algunas representaciones se le ve con armadura, no sólo en honor de su padre sino también del supuesto paralelismo sobre la batalla constante de encontrar el amor.
Eros, en el arte clásico griego, era representado no como un niño, sino un adolescente alado. En cambio, para el periodo helénico, se fue transformando junto con Cupido a ser caracterizado como un niño gordito y sonriente. Para entonces, ya los artistas le agregaron su característico arco y flecha con las que causaba un amor sin control.
En varias representaciones Cupido se ve como un personaje un tanto travieso, sin control y mañoso, pero en general se le ve benévolo, interesado en la felicidad no sólo de los humanos, sino también de aquellos seres inmortales, por lo que adoraba hacer "juegos" para juntarlos y hacer que fueran pareja, algo que permanece hasta nuestros días.
Pero lo que quizá muchos no saben sobre el mito de Cupido es su interesante romance con la bella Psique, un relato que inspiró uno de los cuentos de hadas clásicos de nuestros días. "La bella y la bestia".
El escritor romano Lucio Apuleyo narró en el siglo II la historia de Cupido y Psique en su obra 'La metamorfosis', mejor conocida como 'El asno de oro' y, cuando la leas, notarás de inmediato las coincidencias con el relato de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, titulado 'La Belle et la Bête' (o como lo conocemos, 'La bella y la bestia'), publicado en el siglo XVIII.
El relato inicia con el típico reino en donde un rey y una reina tuvieron tres hijas, siendo la más bella la menor de ellas, Psique (nombrada y más tarde representada como el alma en psicología). Su belleza tanto externa como interna era tal, que pronto su fama llegó hasta el Olimpo, y Venus, la diosa del amor y madre de Cupido, quedó celosa de que la compararan con ella y mandó a su hijo a la tierra con una misión especial.
Cupido debía flechar a Psique y hacer que la chica se enamorara del hombre más feo y monstruoso de todo el planeta, pero el dios también quedó prendado de la chica (algunos relatos dicen que él mismo lo ocasionó al accidentalmente lastimarse con una de las flechas). En lugar de cumplir con el capricho de su madre, Cupido tuvo otra idea.
Ayudado por Céfiro, el dios del viento del oeste, Cupido hace que Psique llegue volando suavemente a un palacio lujoso en medio de la nada, rodeado de vegetación y lleno de todos lujos. Ahí, la chica quedó sola habitando el lugar, y por las noches era visitada por Cupido, quien mantuvo su presencia e identidad siempre oculto de Psique.
Este "extraño" visitaba a Psique solamente por las noches y le hacía el amor, tomándola como su esposa, y la chica pensaba que era su destino amarlo porque un oráculo le había dicho a ella y sus padres que ningún mortal en la tierra podría amarla y que su destino era terminar con un monstruo.
Pero Psique pronto quedó cautivada también por su vida con Cupido, a pesar de no poder verlo nunca. Tiempo después, preocupadas por ella, el dios del viento permitió que las dos hermanas de Psique la visitaran en el palacio, y quedaron impactadas con el lujo que rodeaba a su hermanita.
Celosas, le aconsejaron a Psique que fuera a espiar a Cupido por la noche para ver si realmente era un monstruo. Ella, armada con una linterna, acude a descubrir la identidad de su amante, pero al darse cuenta que era el dios del amor, sin querer tira un poco del aceite de la lámpara sobre él y lo despierta.
Cupido le reprocha su desconfianza y se va del palacio volando. Psique, desconsolada, se pone a buscarlo por toda la tierra, no sin antes traicionar a sus hermanas y conseguir que las dos se tiraran por un precipicio, creyendo que el dios del viento o el mismo Cupido irían a salvarlas.
Venus se entera del dolor que pasa Cupido sin Psique y encuentra a la chica en el templo de Ceres. Ahí, como manera tanto de vengarse y tentarla, le da tres misiones imposibles. Primero, la princesa debía separar todos los granos del templo en pilas distintas. La segunda era robar lana de oro de un grupo de borregos.
La tercera y más complicada tarea involucraba viajar al Inframundo y pedirle a la Reina Proserpina que compartiera un poco de su belleza en una cajita, para regalársela a la diosa del amor. Aunque Psique no podía con sus misiones, en todas y cada una recibía ayuda "inexplicable" (que era el mismo Cupido usando sus influencias para asegurarse que ella triunfara).
A pesar de la ayuda, la princesa, al salir del inframundo, cometió un terrible error: tuvo curiosidad de abrir la caja con el objeto de tomar para ella alguna parte de la belleza que encerraba, pero le salió de la cajita un vapor infernal y soporífero que la hizo desmayarse.
Finalmente, Cupido decidió meterse en el asunto y volar al infierno para rescatarla. Le dio un beso, eliminando el vapor tóxico y voló con ella al Olimpo, buscando la ayuda de su padre, el dios de la guerra, para que intercediera ante la ira y celos de su madre, Venus.
Venus finalmente decide levantar la maldición de la princesa, y una vez que Psique despierta, es transformada en un ser inmortal como ellos y se le permite unirse en matrimonio con el feliz Cupido, quien finalmente encuentra el amor para sí mismo.
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